Estoy indignada, enojada, hasta furiosa. ¿Qué es lo que le pasa al mundo? ¿Bajo qué reglas se mueve? Me cansé de ver el sacrificio, el esfuerzo de los que hacen las cosas bien y no consiguen nada, sólo cada tanto un mínima alegría que agradecen desmesuradamente, ya acostumbrados a los constantes desatinos. La suerte beneficia a los inescrupulosos, a los hipócritas, a los farsantes y desagradecidos. La buena suerte está hecha para los que hacen las cosas muy mal, y van por el mundo con esa impunidad que les da ser unos desgraciados sinvergüenzas, pero con el viento siempre a favor. Y lo vemos desde la infancia, cuando estamos en el colegio. Porque el vago, maleducado que nunca hacía nada, ni respetaba ninguna norma se egresaba el mismo día que el que siempre cumplió sacrificadamente con todo. Y nuestros papás nos decían: no importa, después la vida no le va a ser fácil. ¡¡Mentira!! Porque a ese mismo chanta lo encontramos tiempo después disfrutando los beneficios de la buena suerte, que nunca lo abandonó. Lo vemos desde ahí, hasta en las esferas más altas, pues el mundo esta dominado por corruptos, estafadores y hasta asesinos. Y a los buenos nada. Conozco gente desinteresada, que va repartiendo amor a manos llenas y como bien decía Almafuerte "caen bajo el peso de sus obras buenas sucios, enfermos, trágicos...¡sobrantes! " Y Discépolo tenia razón, esto es un cambalache. Y nadie hace nada. Por eso es tan difícil seguir en el camino correcto. Uno a veces quisiera torcer la senda y empezar a transitar el camino fácil, porque en el otro las cosas nunca llegan.Entonces hay que respirar hondo y tomar la decisión. Eso vengo haciendo hace años. Y siempre elegí el mismo camino, y así seguí viendo a los que se van impunes sin pagar, y vi los privilegios que se les dan a los aduladores, y vi vencer a los injustos, y vi caer a los justos para levantarse por milésima vez, cada vez más rotos y desesperanzados. Con esto, no me refiero a los beneficios materiales que son los que menos importan. Hablo de las oportunidades, hablo de los favores recibidos, del universo conspirando para que las cosas salgan bien. Hablo de los castigos que deberían tener algunos y nunca llegan. Hablo de toda una secreta secuencia de sucesos que inexplicablemente benefician a quienes menos lo merecen. Y así hay presidentes corruptos, ladrones con poder, asesinos en libertad, mentirosos jamás descubiertos. Hay almas puras que se quedan solas, personas incorruptibles que mueren sin pena ni gloria. Gente de bien que jamás llegará a cumplir un sueño, no por falta de mérito si no por falta de buena suerte. Como decía la gran María Elena este es el reino del revés. Acá el que tiene la sabiduría está siempre bajo el poder del ignorante, porque ya lo sabemos: el que sabe, sabe;y el que no, es jefe. ¿Hasta cuando? Hasta siempre. Esto no va a cambiar, Discépolo no era un visionario, que podía predecir el futuro. Fue un tipo que entendió temprano las reglas del juego. Y para cada uno de nosotros no son muchas las opciones: cambiamos de vereda y empezamos a cagarnos en todo y en todos o nos resignamos a una vida sin éxito pero digna, aún sabiendo que toda nuestra buena fe caerá en el olvido y que siempre estaremos solos, y muchas veces tristes.
Quién pone estas reglas no lo sé, tampoco sé qué hacer para cambiarlas. Por eso al igual que Woody Allen, sólo me queda esperar que exista dios, y que tenga una buena excusa.
Según el cristal con que se mira
sábado, 7 de febrero de 2015
lunes, 13 de octubre de 2014
Amigos de ocasión
Borges dijo que la amistad, al contrario del amor, no necesita frecuencia. Y es cierto. Pero algunos abusan de esa condición. Si bien es verdad que podemos tener amigos íntimos a los que vemos muy de vez en cuando, también es cierto que la amistad supone un vínculo y como tal merece cierta atención.
Discrepo con la gente que piensa que a los amigos se los conoce en las malas. En realidad, a los verdaderos amigos se los reconoce por el paso del tiempo. En lo personal, no soy devota de aquellas personas que están sólo en los malos momentos. Porque los amigos, los de verdad, están siempre. Claro que uno crece, y entonces hay más responsabilidades y menos tiempo, y en consecuencia la frecuencia disminuye. Y aquí es donde toma sentido la frase de mi querido Borges. El amor no resiste esa disminución, la amistad, sí. Pero de todos modos, uno encuentra la manera de hacerse presente, sobre todo en esta época en donde la tecnología nos permite llegar a cualquier lado, en cualquier momento. Entonces uno envía una foto, un comentario, o hacemos un chiste. Pero buscamos la manera de estar ahí, cerca de las personas queridas. Porque esas cosas fortalecen los vínculos. Y cada tanto debe aparecer el tiempo para las visitas, al menos dos por año. Porque para las internaciones, los velorios y las tragedias el tiempo aparece. Pero, por lo menos yo, no quiero esperar a que suceda una desgracia para ver a la gente que quiero. Además, con suerte, las desgracias son mucho menos frecuentes que los buenos momentos. Y si me permiten la hostilidad, tengo la leve impresión de que esas visitas esporádicas en los peores momentos responden más a una necesidad inconsciente (o no) de aliviar la conciencia personal y no a una necesidad genuina de compartir tiempo con el otro. De todos modos, esas presencias son muy poco necesarias, ya que cuando uno está mal quiere al lado a los de siempre. A los amigos cómplices, los de todos los días, los que demostraron siempre cariño de verdad. Porque de lo contrario uno se sentiría rodeado de extraños. Ni la sangre, ni que hayamos compartido juntos la infancia o la adolescencia, nos hacen necesarios en la vida del otro. La necesidad surge a través del vínculo. Vínculo que si no se respeta se desvanece. Por eso hay que cuidar a los amigos, hacerse tiempo para estar ahí, compartir cosas simples, estar siempre aún en la distancia. Hay que hacerse querer. Porque los corazones no tienen puertas giratorias, y una vez que se sale, rara vez se vuelve a entrar. Háganlo ahora. Porque después es tarde.
Discrepo con la gente que piensa que a los amigos se los conoce en las malas. En realidad, a los verdaderos amigos se los reconoce por el paso del tiempo. En lo personal, no soy devota de aquellas personas que están sólo en los malos momentos. Porque los amigos, los de verdad, están siempre. Claro que uno crece, y entonces hay más responsabilidades y menos tiempo, y en consecuencia la frecuencia disminuye. Y aquí es donde toma sentido la frase de mi querido Borges. El amor no resiste esa disminución, la amistad, sí. Pero de todos modos, uno encuentra la manera de hacerse presente, sobre todo en esta época en donde la tecnología nos permite llegar a cualquier lado, en cualquier momento. Entonces uno envía una foto, un comentario, o hacemos un chiste. Pero buscamos la manera de estar ahí, cerca de las personas queridas. Porque esas cosas fortalecen los vínculos. Y cada tanto debe aparecer el tiempo para las visitas, al menos dos por año. Porque para las internaciones, los velorios y las tragedias el tiempo aparece. Pero, por lo menos yo, no quiero esperar a que suceda una desgracia para ver a la gente que quiero. Además, con suerte, las desgracias son mucho menos frecuentes que los buenos momentos. Y si me permiten la hostilidad, tengo la leve impresión de que esas visitas esporádicas en los peores momentos responden más a una necesidad inconsciente (o no) de aliviar la conciencia personal y no a una necesidad genuina de compartir tiempo con el otro. De todos modos, esas presencias son muy poco necesarias, ya que cuando uno está mal quiere al lado a los de siempre. A los amigos cómplices, los de todos los días, los que demostraron siempre cariño de verdad. Porque de lo contrario uno se sentiría rodeado de extraños. Ni la sangre, ni que hayamos compartido juntos la infancia o la adolescencia, nos hacen necesarios en la vida del otro. La necesidad surge a través del vínculo. Vínculo que si no se respeta se desvanece. Por eso hay que cuidar a los amigos, hacerse tiempo para estar ahí, compartir cosas simples, estar siempre aún en la distancia. Hay que hacerse querer. Porque los corazones no tienen puertas giratorias, y una vez que se sale, rara vez se vuelve a entrar. Háganlo ahora. Porque después es tarde.
domingo, 13 de julio de 2014
Que la final, no sea el final
Creo que ya entendí esta pasión por el fútbol. Ahora que ya
pasó, ahora que hay volver a la rutina, yo sospecho comprender lo que nos pasa.
Y es que no quiero que se termine. No quiero guardar la camiseta, descolgar la
bandera, no quiero poner a dormir la argentinidad. Porque esto del fútbol era una excusa,
encontramos un lugar donde sentirnos iguales, donde todos queríamos lo mismo. Y
hablábamos en la calle, nos uníamos, todos con un mismo sueño. Claro que no pensamos
todos de la misma manera: para algunos nombrar a Messi es nombrar a Dios, para
otros Messi no juega nada. Pero sabíamos convivir con nuestras diferencias, se
intercambiaban opiniones, pero no nos peleábamos porque en definitiva todos
queríamos lo mismo.
Y claro, después de tanto payaso que nos representa, después
de sentir vergüenza tantas veces por la falta de moral de otros, encontramos un
grupo de personas que nos hacen quedar bien. Entonces esto excede los límites
del deporte, porque canalizamos en los goles el dolor que llevamos por tantas
otras cosas. Cuando gritamos un gol, es como si nos sanáramos un poquito todo lo que nos duele. Y no es que
nos olvidemos que hay chicos con hambre, políticos corruptos, problemas en la
educación… Precisamente porque no lo olvidamos nunca queremos encontrar una
razón para ser felices, un momento para descansar. Salimos a la calle con
banderas y alegría, nos queremos todos y
no importa si al que abrazo lee Clarín, o es un devoto del gobierno K. No
estamos divididos porque perseguimos el mismo sueño. Pero ahora se acabó, y
sospecho que tristemente todo volverá a la normalidad.
Por lo pronto, sólo se puede agradecer a Sabella y a su magnánima selección, porque sin quererlo nos dieron más que fútbol. Durante un mes lograron lo que en años, ninguno de nuestros representantes políticos supo hacer: nos dieron la experiencia de sentir un país unido, persiguiendo un mismo horizonte, y eso nos hizo felices. Quisiera que esta unión
que nos hermana se haga extensiva y sepamos convivir con nuestras diferencias. Quisiera que esta final, no sea el final de esto que sentimos durante un mes. No aspiro a que todos pensemos de la misma
manera, claro que no. Pero sería tan lindo aprender a aceptarnos. Sería
grandioso también que los otros que nos representan, aprendan un poco de
nuestra amada selección, y empiecen a
jugar limpio y dejarlo todo por Argentina. Así, nos darían nuevos motivos para sentir orgullo, y más razones para
unirnos. Pero eso sí es una utopía, porque la alegría y el orgullo les pasa tan
de lejos que presiento que cada vez que los argentinos seamos genuinamente
felices las causas van a estar siempre en cualquier otro lugar.
sábado, 19 de enero de 2013
Predicción
Serás
el rey de mi alcoba
de media
cama vacía,
serás
príncipe y señor
en
toda mi algarabía.
Serás
tinta en cada verso,
soberano
de mi reino,
dios
de mi universo,
el
diablo de mi infierno.
Serás
todo en tu ausencia:
mi pan,
mi carne, mi vino,
hacedor
de mi demencia,
gobernador
de mi destino.
Serás
mi mayor creencia,
el pulsar
de mi latido,
el
silencio, la clemencia,
el
refugio, el abrigo.
Serás
ángel de mi guarda
la letra
de mis canciones
acreedor
de mi palabra
la
ley de mis razones.
Serás
la paz en mi guerra,
la calma en mi agonía,
partículas
de mi tierra,
notas
de mi melodía.
Serás
mi guía, mi espada,
razón
de mi desvelo;
en el viaje, la parada,
en
el dolor, mi consuelo.
Si
lloro serás el llanto,
si
río serás mi risa,
si
canto serás el canto
si
corro serás mi prisa.
Conquistador
de mi sangre,
tendrás
bandera en mi vientre
y en
mi espíritu y mi carne
soberanía
por siempre.
Serás
héroe de esta historia,
la nada
en mi vacío,
recuerdo
en mi memoria,
mandatario
total. Dueño mío.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Ciento un motivos
Los días de sol, los chicos felices,
las bocas sin hambre, muchos actores, algunas actrices,
la locura de algunos, el amor de los míos,
el mate, el mar, los buenos amigos,
mi mamá, mi papá, mi abuela y mi hermano
los besos, el amor, tu boca, tus manos.
las personas que nos dejan buenos recuerdos,
Borges, Saramago, los que escriben con el cuerpo,
los perros, las mariposas, las margaritas,
el helado, las hamburguesas, las papas fritas,
las tardes de verano en la pileta,
la música, los viajes, la libertad, los poetas,
el cine, las tardes de plaza,
Buenos Aires, los románticos, mi casa,
el perdón, la ficción, el dios en el que creo,
la risa, la emoción, el llanto verdadero,
las vacaciones, los que guardan un secreto,
los libros, la voz de Juan Carlos Baglietto,
la literatura de Poe, los que no pierden la esperanza,
mis ganas de ir a París, a veces, la venganza,
el chocolate con café en invierno,
el arte, los homenajes que llegan a tiempo,
el jardín de mi mamá, saber que no estoy sola
los amores prohibidos, el tango, Ferrer y Piazzola,
las fantasías, el sexo, las segundas oportunidades,
los días en familia, Macondo, Dalí, algunas soledades,
todos los superhéroes, Batman, el Guason,
la literatura, las caricias, nuestra perfecta confabulación,
las películas de Burton, las noches de verano,
Cien años de soledad, los valientes, los buenos hermanos,
los animales libres, los que nos dan alegría,
Camila y Ladislao, las buenas compañías,
esa tarde en Recoleta, las cartas de amor, los que sueñan con
más,
las buenas sorpresas, todas las sonrisas y la tuya más,
los instrumentos musicales, las mentiras piadosas,
los cuentos de hadas, las personas bondadosas,
Enrique Bunbury, los que ambicionan paz en el mundo, los
viernes y sábados,
el amor del bueno, las fotografías, Shakespeare, todos los
feriados,
los recuerdos de mi infancia, la vida planeada de a dos,
los que luchan por
amor, y e l tiempo que paso con vos.
domingo, 28 de octubre de 2012
Mis cien desmotivaciones
Los días de frío, Saber
que envejezco,
Las traiciones de
amigos cuando menos lo espero,
Las malas personas
que viven tranquilas, Los desencuentros
Que los finales
felices sólo existan en los cuentos,
Las noches de
insomnio, La indiferencia,
El olvido, La
distancia y, a veces, La ciencia,
La guerra, El horror,
El cáncer, El espanto,
La muerte, El hastío,
La impunidad, El anonimato,
Los hombres cobardes,
La derecha, La izquierda,
El autoritarismo, El
orden, y Los gobiernos de mierda,
El color amarillo, El
té, El olor a jazmines,
Madrugar, Las arañas,
Los impacientes, Los tallarines,
Las malas
adaptaciones de Shakespeare, Los escritores sin vuelo,
Que no exista la
magia, Las imposibilidades, Los libros de Cohello,
Que se perfeccionen
las armas,
Los políticos, Los
relojes y Que haya chicos sin infancia,
Que nada dure para
siempre,
Los hipócritas, La
injusticia, y Los velorios en septiembre,
La gente demasiado
simpática, La gente demasiado sincera,
Que sólo podamos
tener tres meses de primavera,
Las madres que no
cuidan a sus hijos,
Las películas
aburridas, Las últimas horas del domingo,
Los líderes
impuestos, Los falsos ídolos, Los violentos,
Las peleas entre
hermanos, Los estragos del tiempo,
El maltrato animal,
Los hospitales, La vergüenza,
El morbo, Los
curiosos, La censura, La ausencia,
Los que disfrutan la
autoridad, Los soberbios,
Los inoportunos, Los
perfeccionistas, Los que pervierten el sexo,
Los fanáticos
religiosos que no respetan mi idea,
El mal uso del
lenguaje, Los lunes a la mañana, Las gomeras,
Los musculosos, Los
sociólogos, Los malos médicos,
Los que se cagan en
todo y La historia de Felicitas Guerrero,
El hiper realismo, Las
palabras de más, Los silencios de menos,
Algunas mujeres, El
final de Lost y Que París quede tan lejos,
La T.V. con Tinelli,
El culto a la imagen, Las salas de espera,
CQC sin Pergolini y La
versión argentina de La niñera,
Los pájaros en jaula,
Los irrespetuosos, Las decepciones,
El periodismo, Los
asesinos y Todos los ladrones,
Los rumores, El
gimnasio, El miedo a lo extranjero,
Que ya pocos
escribamos cartas, La Venezuela de Chavez y Los cerrados por duelo.
viernes, 17 de agosto de 2012
El día que nos enseñaron a amar
18 de agosto. Un día con esta fecha pero hace ciento sesenta
y cuatro años morían Camila O´ Gorman y Uladislao Gutiérrez. Podemos decir que
murieron víctimas de la impiedad, de la injusticia, de la represión. Pero yo
estoy convencida de que a estos amantes los mató la hipocresía. La ignorancia
de una sociedad que censura y reprueba todo aquello que quisiera hacer pero le
es imposible por falta de coraje.
Si Camila y Uladislao hubiesen vivido por estos años
seguramente la osadía de su amor no hubiera ocasionado más que sutiles
murmullos y, con suerte, alguna nota en algún noticiero que no encontrara nada
más importante que contar. Pero vivieron en un momento histórico que hoy se nos
hace lejano y ajeno y al cual seguramente nos cuesta imaginar.
De todos modos, no es mi intención reescribir datos
históricos ni mucho menos criticar la moral de una sociedad que ya no existe.
Sólo escribo para conmemorar a una mujer a la que admiro. No por caer en la
cursilería de alabar a una heroína romántica. Camila representa mucho más que
una trágica historia de amor. Para mí, su nombre es sinónimo de coraje, de
voluntad, de decisión y, por qué no también, de esa bendita irreverencia que
tanta falta nos hace a veces. Por aquellos años, la puesta en práctica de la
palabra libertad era virtud de muy pocos, algunos se habrán atrevido a
desearla; otros, se habrán conformado con imaginarla posible en años venideros
y la gran mayoría se habrá resignado a su suerte. Pero tengo la sensación de que las mujeres ni
siquiera osarían pensarla.
Camila no sólo la pensó, también la puso en práctica, la
llevó a cabo, la sintió y, aunque más no sea por un tiempo breve, la hizo
posible. Dos jóvenes que rompieron las reglas, que lo arriesgaron todo, o dicho
en otras palabras que hicieron digna y
sublime la noción del amor. Se amaron, como deberíamos amarnos todos. Dejando a
un lado lo que nos margina, lo que se nos prohíbe, lo que nos coarta.
Sublevados contra el mundo se fugaron a vivir un sueño que valía mucho más que
la vida que perderían luego.
Tengo la triste sensación de estar en medio de un momento
cultural, innegablemente más libre que el de hace ciento sesenta y cuatro años,
pero también más frívolo. No sé qué concepción del amor se puede reconstruir en
este momento, tampoco quiero detenerme ahora a pensarlo. El amor que
esta pareja representa a muchos les pasa de lejos, y les recuerda más a una
obra de Shakespeare que a una emoción cabalmente maravillosa y digna de sentir.
A nosotras, las mujeres del siglo XXI nos sobra la libertad que le arrebataron
a Camila, sin embargo ¿qué hacemos con ella? ¿Para qué la usamos?
Una vez, le contaba a un hombre la historia de estos
amantes: “habría que pedirles perdón en nombre del amor”, me dijo. Y estuve tan
de acuerdo con esa reflexión que fue esa idea la que hoy me movió a escribir. Perdón porque la mayoría de las veces no
sabemos amar. Perdón por confundir, difamar, rechazar, olvidar, relegar al
amor.
Y yo los admiro, claro que los admiro. Admiro esa fuerza y
esa voluntad. La audacia y la insolencia. La certeza y el denuedo de sus
sentimientos. Admiro sus ansias de libertad. Y en honor a su memoria no
deberíamos guardarnos los te amo, ni ocultar las caricias. En honor a los que
supieron morir en el amor es que no deberíamos renunciar a él cuando lo sabemos
cierto y verdadero bajo la piel. Cuando llega para imponerse ante nosotros con
esa gobernabilidad absoluta con la que le gusta presentarse. Porque si tuviéramos la intrepidez de Camila
y la resolución de Uladislao, otra sería la historia. Si existiera la
posibilidad de traer sus almas a nuestros cuerpos, no habría tantas historias
de amor por la mitad. Las almas de esos
que se amaron hasta perder la vida. Hoy que
no es necesario morir por amor, y sin embargo en ocasiones somos tan
ineficientes que no podemos ni siquiera vivir por amor.
Con este texto corro el riesgo de parecer cursi o demasiado
simple, pero no puedo ni quiero ocultar mi necesidad de conmemorar la memoria
de quienes necesitaron libertad y no la pudieron tener. No quiero olvidar el frío y el miedo que dos
jóvenes valientes habrán sentido al
estar vendados frente al paredón, y necesito creer que el amor es mucho más
fuerte que eso. Necesito la certeza de que esos disparos no acabaron con la pasión, que sirvieron tan sólo para que se
demostraran lealtad, para que reafirmaran su amor, para saberse unidos hasta la
muerte. Y necesito imaginar que el dieciocho de agosto de 1848 es el día en que
Camila O´ Gorman y Uladislao Gutiérrez se amaron más que nunca porque sabían que
lo habían dado todo. Sin duda para mí, esa fecha fatídica representa el día en que
un joven cura y una niña de la alta sociedad le enseñaron al mundo cómo se debe
amar.
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