viernes, 17 de agosto de 2012

El día que nos enseñaron a amar


18 de agosto. Un día con esta fecha pero hace ciento sesenta y cuatro años morían Camila O´ Gorman y Uladislao Gutiérrez. Podemos decir que murieron víctimas de la impiedad, de la injusticia, de la represión. Pero yo estoy convencida de que a estos amantes los mató la hipocresía. La ignorancia de una sociedad que censura y reprueba todo aquello que quisiera hacer pero le es imposible por falta de coraje.
Si Camila y Uladislao hubiesen vivido por estos años seguramente la osadía de su amor no hubiera ocasionado más que sutiles murmullos y, con suerte, alguna nota en algún noticiero que no encontrara nada más importante que contar. Pero vivieron en un momento histórico que hoy se nos hace lejano y ajeno y al cual seguramente nos cuesta imaginar.
De todos modos, no es mi intención reescribir datos históricos ni mucho menos criticar la moral de una sociedad que ya no existe. Sólo escribo para conmemorar a una mujer a la que admiro. No por caer en la cursilería de alabar a una heroína romántica. Camila representa mucho más que una trágica historia de amor. Para mí, su nombre es sinónimo de coraje, de voluntad, de decisión y, por qué no también, de esa bendita irreverencia que tanta falta nos hace a veces. Por aquellos años, la puesta en práctica de la palabra libertad era virtud de muy pocos, algunos se habrán atrevido a desearla; otros, se habrán conformado con imaginarla posible en años venideros y la gran mayoría se habrá resignado a su suerte.  Pero tengo la sensación de que las mujeres ni siquiera osarían pensarla.
Camila no sólo la pensó, también la puso en práctica, la llevó a cabo, la sintió y, aunque más no sea por un tiempo breve, la hizo posible. Dos jóvenes que rompieron las reglas, que lo arriesgaron todo, o dicho en otras palabras que  hicieron digna y sublime la noción del amor. Se amaron, como deberíamos amarnos todos. Dejando a un lado lo que nos margina, lo que se nos prohíbe, lo que nos coarta. Sublevados contra el mundo se fugaron a vivir un sueño que valía mucho más que la vida que perderían luego.
Tengo la triste sensación de estar en medio de un momento cultural, innegablemente más libre que el de hace ciento sesenta y cuatro años, pero también más frívolo. No sé qué concepción del amor se puede reconstruir en este momento, tampoco quiero detenerme ahora a pensarlo. El amor que esta pareja representa a muchos les pasa de lejos, y les recuerda más a una obra de Shakespeare que a una emoción cabalmente maravillosa y digna de sentir. A nosotras, las mujeres del siglo XXI nos sobra la libertad que le arrebataron a Camila, sin embargo ¿qué hacemos con ella? ¿Para qué la usamos?
Una vez, le contaba a un hombre la historia de estos amantes: “habría que pedirles perdón en nombre del amor”, me dijo. Y estuve tan de acuerdo con esa reflexión que fue esa idea la que hoy me movió a escribir.  Perdón porque la mayoría de las veces no sabemos amar. Perdón por confundir, difamar, rechazar, olvidar, relegar al amor.
Y yo los admiro, claro que los admiro. Admiro esa fuerza y esa voluntad. La audacia y la insolencia. La certeza y el denuedo de sus sentimientos. Admiro sus ansias de libertad. Y en honor a su memoria no deberíamos guardarnos los te amo, ni ocultar las caricias. En honor a los que supieron morir en el amor es que no deberíamos renunciar a él cuando lo sabemos cierto y verdadero bajo la piel. Cuando llega para imponerse ante nosotros con esa gobernabilidad absoluta con la que le gusta presentarse.  Porque si tuviéramos la intrepidez de Camila y la resolución de Uladislao, otra sería la historia. Si existiera la posibilidad de traer sus almas a nuestros cuerpos, no habría tantas historias de amor por la mitad.  Las almas de esos que se amaron hasta perder la vida. Hoy que  no es necesario morir por amor, y sin embargo en ocasiones somos tan ineficientes que no podemos ni siquiera vivir por amor.
Con este texto corro el riesgo de parecer cursi o demasiado simple, pero no puedo ni quiero ocultar mi necesidad de conmemorar la memoria de quienes necesitaron libertad y no la pudieron tener.  No quiero olvidar el frío y el miedo que dos jóvenes  valientes habrán sentido al estar vendados frente al paredón, y necesito creer que el amor es mucho más fuerte que eso. Necesito la certeza de que esos disparos no acabaron con  la pasión, que sirvieron tan sólo para que se demostraran lealtad, para que reafirmaran su amor, para saberse unidos hasta la muerte. Y necesito imaginar que el dieciocho de agosto de 1848 es el día en que Camila O´ Gorman y Uladislao Gutiérrez se amaron más que nunca porque sabían que lo habían dado todo. Sin duda para mí, esa fecha fatídica representa el día en que un joven cura y una niña de la alta sociedad le enseñaron al mundo cómo se debe amar.

1 comentario:

  1. Yo redescubrí la historia de Camila gracias a vos. Y sí, coincido con vos. Ahora que tenemos la oportunidad no tenemos la valentía. Es verdad, habría que pedirles perdón en nombre del amor.

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