lunes, 17 de diciembre de 2012

Ciento un motivos


Los días de sol, los chicos felices,
las bocas sin hambre, muchos actores, algunas actrices,
la locura de algunos, el amor de los míos,
el mate, el mar, los buenos amigos,
mi mamá, mi papá, mi abuela y mi hermano
los besos, el amor, tu boca, tus manos.
las personas que nos dejan buenos recuerdos,
Borges, Saramago, los que escriben con el cuerpo,
los perros, las mariposas, las margaritas,
el helado, las hamburguesas, las papas fritas,
las tardes de verano en la pileta,
la música, los viajes, la libertad, los poetas,
el cine, las tardes de plaza,
Buenos Aires, los románticos, mi casa,
el perdón, la ficción, el dios en el que creo,
la risa, la emoción, el llanto verdadero,
las vacaciones, los que guardan un secreto,
los libros, la voz de Juan Carlos Baglietto,
la literatura de Poe, los que no pierden la esperanza,
mis ganas de ir a París, a veces, la venganza,
el chocolate con café en invierno,
el arte, los homenajes que llegan a tiempo,
el jardín de mi mamá, saber que no estoy sola
los amores prohibidos, el tango, Ferrer y Piazzola,
las fantasías, el sexo, las segundas oportunidades,
los días en familia, Macondo, Dalí, algunas soledades,
todos los superhéroes, Batman, el Guason,
la literatura, las caricias, nuestra perfecta confabulación,
las películas de Burton, las noches de verano,
Cien años de soledad, los valientes, los buenos hermanos,
los animales libres, los que nos dan alegría,
Camila y Ladislao, las buenas compañías,
esa tarde en Recoleta, las cartas de amor, los que sueñan con más,
las buenas sorpresas, todas las sonrisas y la tuya más,
los instrumentos musicales, las mentiras piadosas,
los cuentos de hadas, las personas bondadosas,
Enrique Bunbury, los que ambicionan paz en el mundo, los viernes y sábados,
el amor del bueno, las fotografías, Shakespeare, todos los feriados,
los recuerdos de mi infancia, la vida planeada de a dos,
los  que luchan por amor, y e l tiempo que paso con vos.


domingo, 28 de octubre de 2012

Mis cien desmotivaciones



Los días de frío, Saber que envejezco,
Las traiciones de amigos cuando menos lo espero,
Las malas personas que viven tranquilas, Los desencuentros
Que los finales felices sólo existan en los cuentos,
Las noches de insomnio, La indiferencia,
El olvido, La distancia y, a veces, La ciencia,
La guerra, El horror, El cáncer, El espanto,
La muerte, El hastío, La impunidad, El anonimato,
Los hombres cobardes, La derecha, La izquierda,
El autoritarismo, El orden, y Los gobiernos de mierda,
El color amarillo, El té, El olor a jazmines,
Madrugar, Las arañas, Los impacientes, Los tallarines,
Las malas adaptaciones de Shakespeare, Los escritores sin vuelo,
Que no exista la magia, Las imposibilidades, Los libros de Cohello,
Que se perfeccionen las armas,
Los políticos, Los relojes y Que haya chicos sin infancia,
Que nada dure para siempre,
Los hipócritas, La injusticia, y Los velorios en septiembre,
La gente demasiado simpática, La gente demasiado sincera,
Que sólo podamos tener tres meses de primavera,
Las madres que no cuidan a sus hijos,
Las películas aburridas, Las últimas horas del domingo,
Los líderes impuestos, Los falsos ídolos, Los violentos,
Las peleas entre hermanos, Los estragos del tiempo,
El maltrato animal, Los hospitales, La vergüenza,
El morbo, Los curiosos, La censura,  La ausencia,
Los que disfrutan la autoridad, Los soberbios,
Los inoportunos, Los perfeccionistas, Los que pervierten el sexo,
Los fanáticos religiosos que no respetan mi idea,
El mal uso del lenguaje, Los lunes a la mañana, Las gomeras,
Los musculosos, Los sociólogos, Los malos médicos,
Los que se cagan en todo y La historia de Felicitas Guerrero,
El hiper realismo, Las palabras de más, Los silencios de menos,
Algunas mujeres, El final de Lost y Que París quede tan lejos,
La T.V. con Tinelli, El culto a la imagen, Las salas de espera,
CQC sin Pergolini y La versión argentina de La niñera,
Los pájaros en jaula, Los irrespetuosos, Las decepciones,
El periodismo, Los asesinos y Todos los ladrones,
Los rumores, El gimnasio, El miedo a lo extranjero,
Que ya pocos escribamos cartas, La Venezuela de Chavez y Los cerrados por duelo.





viernes, 17 de agosto de 2012

El día que nos enseñaron a amar


18 de agosto. Un día con esta fecha pero hace ciento sesenta y cuatro años morían Camila O´ Gorman y Uladislao Gutiérrez. Podemos decir que murieron víctimas de la impiedad, de la injusticia, de la represión. Pero yo estoy convencida de que a estos amantes los mató la hipocresía. La ignorancia de una sociedad que censura y reprueba todo aquello que quisiera hacer pero le es imposible por falta de coraje.
Si Camila y Uladislao hubiesen vivido por estos años seguramente la osadía de su amor no hubiera ocasionado más que sutiles murmullos y, con suerte, alguna nota en algún noticiero que no encontrara nada más importante que contar. Pero vivieron en un momento histórico que hoy se nos hace lejano y ajeno y al cual seguramente nos cuesta imaginar.
De todos modos, no es mi intención reescribir datos históricos ni mucho menos criticar la moral de una sociedad que ya no existe. Sólo escribo para conmemorar a una mujer a la que admiro. No por caer en la cursilería de alabar a una heroína romántica. Camila representa mucho más que una trágica historia de amor. Para mí, su nombre es sinónimo de coraje, de voluntad, de decisión y, por qué no también, de esa bendita irreverencia que tanta falta nos hace a veces. Por aquellos años, la puesta en práctica de la palabra libertad era virtud de muy pocos, algunos se habrán atrevido a desearla; otros, se habrán conformado con imaginarla posible en años venideros y la gran mayoría se habrá resignado a su suerte.  Pero tengo la sensación de que las mujeres ni siquiera osarían pensarla.
Camila no sólo la pensó, también la puso en práctica, la llevó a cabo, la sintió y, aunque más no sea por un tiempo breve, la hizo posible. Dos jóvenes que rompieron las reglas, que lo arriesgaron todo, o dicho en otras palabras que  hicieron digna y sublime la noción del amor. Se amaron, como deberíamos amarnos todos. Dejando a un lado lo que nos margina, lo que se nos prohíbe, lo que nos coarta. Sublevados contra el mundo se fugaron a vivir un sueño que valía mucho más que la vida que perderían luego.
Tengo la triste sensación de estar en medio de un momento cultural, innegablemente más libre que el de hace ciento sesenta y cuatro años, pero también más frívolo. No sé qué concepción del amor se puede reconstruir en este momento, tampoco quiero detenerme ahora a pensarlo. El amor que esta pareja representa a muchos les pasa de lejos, y les recuerda más a una obra de Shakespeare que a una emoción cabalmente maravillosa y digna de sentir. A nosotras, las mujeres del siglo XXI nos sobra la libertad que le arrebataron a Camila, sin embargo ¿qué hacemos con ella? ¿Para qué la usamos?
Una vez, le contaba a un hombre la historia de estos amantes: “habría que pedirles perdón en nombre del amor”, me dijo. Y estuve tan de acuerdo con esa reflexión que fue esa idea la que hoy me movió a escribir.  Perdón porque la mayoría de las veces no sabemos amar. Perdón por confundir, difamar, rechazar, olvidar, relegar al amor.
Y yo los admiro, claro que los admiro. Admiro esa fuerza y esa voluntad. La audacia y la insolencia. La certeza y el denuedo de sus sentimientos. Admiro sus ansias de libertad. Y en honor a su memoria no deberíamos guardarnos los te amo, ni ocultar las caricias. En honor a los que supieron morir en el amor es que no deberíamos renunciar a él cuando lo sabemos cierto y verdadero bajo la piel. Cuando llega para imponerse ante nosotros con esa gobernabilidad absoluta con la que le gusta presentarse.  Porque si tuviéramos la intrepidez de Camila y la resolución de Uladislao, otra sería la historia. Si existiera la posibilidad de traer sus almas a nuestros cuerpos, no habría tantas historias de amor por la mitad.  Las almas de esos que se amaron hasta perder la vida. Hoy que  no es necesario morir por amor, y sin embargo en ocasiones somos tan ineficientes que no podemos ni siquiera vivir por amor.
Con este texto corro el riesgo de parecer cursi o demasiado simple, pero no puedo ni quiero ocultar mi necesidad de conmemorar la memoria de quienes necesitaron libertad y no la pudieron tener.  No quiero olvidar el frío y el miedo que dos jóvenes  valientes habrán sentido al estar vendados frente al paredón, y necesito creer que el amor es mucho más fuerte que eso. Necesito la certeza de que esos disparos no acabaron con  la pasión, que sirvieron tan sólo para que se demostraran lealtad, para que reafirmaran su amor, para saberse unidos hasta la muerte. Y necesito imaginar que el dieciocho de agosto de 1848 es el día en que Camila O´ Gorman y Uladislao Gutiérrez se amaron más que nunca porque sabían que lo habían dado todo. Sin duda para mí, esa fecha fatídica representa el día en que un joven cura y una niña de la alta sociedad le enseñaron al mundo cómo se debe amar.

jueves, 19 de julio de 2012

Mis amigos.


Es mentira que no es necesario verlos todos los días. Ojalá se pudiera, como antes, en aquellos tiempos en donde lo único importante eran las tardes con ellos. Lo que sí es verdad es que no hace falta verlos siempre para quererlos como en aquellos tiempos. A mí me basta saber que están ahí, al otro lado del teléfono aunque sean horas no adecuadas. Me alcanza que sepan preguntar qué me pasa aunque yo crea que puedo simular la mejor de las sonrisas. Y me sobra que me llamen en sus ratos libres, que no puedan evitar acordarse de mí cada vez que suena esa canción que durante la adolescencia escucharon hasta el hartazgo en mi casa, que me sorprendan con algún mail breve. Y digo me sobra, porque tampoco necesito de eso para quererlos, porque inevitablemente, ya lo quiero.
También es verdad que ninguno de ellos se parece entre sí, y en esa diferencia yo también me diferencio. Y cada uno explora en mí una zona que hasta muchas veces yo misma desconozco.  Con algunos puedo ser una excelente narradora de mis propias historias, a veces fabulosas, a veces no tanto pero hacemos lo posible para que lo sean. Y yo sé que les gusta escuchar, que quieren escuchar, y reímos. Con otros, en cambio, soy una amiga que escucha en silencio las aventuras más disparatadas, y que los deja sentirse protagonistas de las historias más impensadas. A ellos les gusta contar, protagonizar, a mí escucharlos, creerles, y reímos. Con otros pocos, a veces, dejamos escapar un pequeño lado oscuro y hacemos las opiniones más sentenciosas, pero después, reímos.  Para algunos, soy una artista, para otros simplemente estoy loca, para unos cuantos soy más inteligente de lo normal, para otros muchos me falta aprender tanto. Pero si alguien les pregunta por mí seguramente dirán que soy la mejor persona del mundo, aunque sepan que eso está muy lejos de ser verdad.
Tengo quienes son mucho más grandes que yo y también otros a los que les llevo unos cuantos años. Pero nos entendemos, y cuando estamos juntos, es como si fuéramos una misma cosa, por lo tanto, estoy segura de que la amistad no entiende del tiempo. Ni de distancia, porque con algunos estamos muy cerca pero con otros estamos tan lejos, y sin embargo, el sentimiento es el mismo. Tampoco responde a ideologías, porque con muchos pensamos muy igual, pero con la gran mayoría somos tan, pero tan distintos, y aun así la amistad es cada día más fuerte. Y gracias a dios también supera barreras religiosas, y de nacionalidad, y de gustos. Vaya a saber qué es lo que nos une. Pero ese algo es tan fuerte que hasta nos hace creer, de a ratos, en la inmortalidad.
Por eso se me ocurrió escribirles, a los que son de la familia porque llevamos la misma sangre y a los que son de la familia a pesar de que no llevamos la misma sangre.  A esos que crecieron conmigo, a los de toda la vida, y a los viejos amigos que conocí hace muy poco. A los que veo con frecuencia, y a los que no. Y debería decírselos todos los días, pero la fecha me da la excusa perfecta: gracias, por estar en los momentos en los que todos quisiéramos estar en otro lado, gracias por publicar las frases que me gustan leer en el facebook, por no ceder al desgano más allá de la falta de tiempo y el cansancio; más gracias por la paciencia, por aceptar mi decisión de crecer tan despacio, por concordar y por desacordar conmigo, por entender sin compartir, por compartir sin entender. Gracias por tomar mis mates y hacerme creer que están ricos. Por perdonar mis ausencias, mis despistes, mi impuntualidad.  Por acompañarme en mis ideas desmesuradas, por alentar mis logros, y hacer nimias mis caídas, por disfrutar mi alegría y hacerla casi propia. Por compartir sus logros conmigo, por dejarme permanecer. Por ser compañeros y confidentes. Por saber guardar secretos. Por respetar mis decisiones y mi privacidad. Por compartir conmigo sus decisiones y su privacidad. Porque si bien a veces el mundo me duele, y quiero gritar, correr, huir, ustedes son el pie en el freno, la rosa en el desierto, la rectificación de la palabra confianza. Y muchas veces más gracias por las palabras, los silencios, la miradas, la caricia en la espalda.
Y sobre todo gracias por los momentos que van a venir. Por la vida que nos queda. Por el futuro perenne de esta amistad.

domingo, 10 de junio de 2012

La creación

El hombre pequeño frente al muro blanco, impenetrable, silencioso. Frente a una inmensidad que lo hacía sentir intrascendente, insignificante. El desafío era vencer esa vastedad, llenar de voz el silencio, poblar la nada absoluta. Pero no sabía cómo. No era un dios capaz de hacer en siete días un mundo. Él era sólo un hombre más, aunque la mayoría de las veces era un hombre menos, que se iba de los lugares hastiado de pasar siempre inadvertido. Sin embargo, se había propuesto habitar el vacío, porque paradójicamente y lejos de toda ley física el vacío a este hombre, igual que a todos nosotros, es lo que más le pesa. Llenemos los espacios de ruido, pongamos en esa pared blanca, puertas y ventanas que la hagan accesible, pensaba nuestro hombre intrascendente. Luego se paralizó. Tembló. Sudó. Pensó. Volvió a temblar. Había que abrirse al medio e investigar. No había que buscar en el afuera, debería revolver entre las venas y los huesos, encontrar entre la sangre y el dolor los elementos para acabar con ese desierto blanco.
Fue un trabajo duro y a veces poco agradable, pero necesario y liberador. El hombre fue valiente y hurgó entre sus rincones, así en lugares inesperados encontró abandonadas y expectantes unas palabras esclavas, y él las liberó. Primero de a una y con indecisión, luego de a dos y con actitud resuelta. Cuando pudo darse cuenta las venas se henchían y las palabras se agolpaban urgentes para librarse del desuso.
Comprendió al fin que esas cataratas de palabras estaban en su esencia, y se sorprendió al ver de lo que estaba hecho. Su sangre era azul, y eran azules sus amores y esperanzas. Sus desilusiones y sus miedos. Y era azul también toda su soledad. Todo entre sus vísceras era azul tinta. Había entre sus células materia prima, la misma con la que se fundó Macondo, la misma que dio voz a los Buendía; la misma que gestó a la Tierra Media y las batallas de los héroes. El beso de Romeo y Julieta, la traición de Yago, los nueve círculos de Infierno y el trágico suicidio de Emma Bovary. Toda esa materia prima entre sus dedos. Una hoja en blanco, tinta azul y la imaginación de un hombre. Reconoció en sus gestos iniciales toda una herencia inmaculada de aquellos que partieron desde su mismo lugar. No tenía nada pero podría tenerlo todo, sólo era cuestión de moldear y construir.
Una idea primero, una palabra después y entonces el hombre diminuto había creado el mundo.

viernes, 30 de marzo de 2012

A mis ojos, al ápice de mis dedos y a la voz en mi garganta.

A mi olfato descarriado, al lomo de mi lengua, y a todas mis palabras.

A mi mente sin ideas, a los fines de semana.

A mi cintura, a mi abdomen, a mi falda.

Al sudor insatisfecho, a mis orgasmos, a la esperanza.

Al silencio sin sentido, al buen tiempo, a la mala cara.

A mis pies cansinos, a mis dientes y a mis uñas largas.

A la curva en mis oídos, a mis pulmones, a mi diafragma,

A esa remera negra, a los tacos y a tu bufanda.

Al poema de Borges, y al perfume para noches planeadas.

A mi saliva, a mi sangre y hasta a las lágrimas

A mis discos, a mis piernas, al rímel de mis pestañas,

A mi ventana, a las paredes, a las plantas.

Al empedrado, a mi perro, a la casa.

A todo, absolutamente a todo, le hacés mucha falta.

martes, 21 de febrero de 2012

El beso

Y se besaban vestidos en un azul casi de plata.

Se besaban obscenos, rojo sangre

y esperanza.

Con las manos se besaban, y los ojos y la boca

con las lenguas encendidas, sin palabras

imperiosas.

Respiraban de ese beso anhelantes y callados.

El mundo los ignoraba.

Y alguien los hizo cuadro.

Los amantes no sabrán cuándo el beso haya acabado

El artista sabiamente

Lo ha dejado eternizado.

martes, 31 de enero de 2012

Mis mejores deseos

Que se te espinen las manos
y se te seque la boca,
que se oscurezca tu vista
y el agua se vuelva roca;
que las fragancias más lindas
te huelan a cuerpo muerto
que nadie te quiero mucho
y tu futuro sea incierto.
Que el oro en vos sea barro
que se te rompa la risa
y aquello que más valores
se te convierta en ceniza.
Que tus peores pesadillas
sean un día realidades,
que te inunden los fracasos
y se fuguen las verdades.
Que tus más sucios pecados
se sienten sobre tu espalda,
y que dejes este mundo
tras una agonía larga.
Que pises el paraíso
pero que no te sea eterno,
que luego de conocerlo
te pudras en el infierno.