lunes, 13 de octubre de 2014

Amigos de ocasión

Borges dijo que la amistad, al contrario del amor, no necesita frecuencia. Y es cierto. Pero algunos abusan de esa condición. Si bien es verdad que podemos tener amigos íntimos a los que vemos muy de vez en cuando, también es cierto que la amistad supone un vínculo y como tal merece cierta atención.

Discrepo con la gente que piensa que a los amigos se los conoce en las malas. En realidad, a los verdaderos amigos se los reconoce por el paso del tiempo. En lo personal, no soy devota de aquellas personas que están sólo en los malos momentos. Porque los amigos, los de verdad, están siempre. Claro que uno crece, y entonces hay más responsabilidades y menos tiempo, y en consecuencia la frecuencia disminuye. Y aquí es donde toma sentido la frase de mi querido Borges. El amor no resiste esa disminución, la amistad, sí. Pero de todos modos, uno encuentra la manera de hacerse presente, sobre todo en esta época en donde la tecnología nos permite llegar a cualquier lado, en cualquier momento. Entonces uno envía una foto, un comentario,  o hacemos un chiste. Pero buscamos la manera de estar ahí, cerca de las personas queridas. Porque esas cosas fortalecen los vínculos. Y cada tanto debe aparecer el tiempo para las visitas, al menos dos por año. Porque para las internaciones, los velorios y las tragedias el tiempo aparece. Pero, por lo menos yo, no quiero esperar a que suceda una desgracia para ver a la gente que quiero. Además, con suerte, las desgracias son mucho menos frecuentes que los buenos momentos. Y si me permiten la hostilidad, tengo la leve impresión de que esas visitas esporádicas en los peores momentos responden más a una necesidad inconsciente (o no) de aliviar la conciencia personal y no a una necesidad genuina de compartir tiempo con el otro. De todos modos, esas presencias son muy poco necesarias, ya que cuando uno está mal quiere al lado a los de siempre. A los amigos cómplices, los de todos los días, los que demostraron siempre cariño de verdad. Porque de lo contrario uno se sentiría rodeado de extraños. Ni la sangre, ni que hayamos compartido juntos la infancia o la adolescencia, nos hacen necesarios en la vida del otro. La necesidad surge a través del vínculo. Vínculo que si no se respeta se desvanece. Por eso hay que cuidar a los amigos, hacerse tiempo para estar ahí, compartir cosas simples, estar siempre aún en la distancia. Hay que hacerse querer. Porque los corazones no tienen puertas giratorias, y una vez que se sale, rara vez se vuelve a entrar. Háganlo ahora. Porque después es tarde.